lunes, 31 de mayo de 2010

Trashy Tv

La Otra Televisión Basura (¿la que nadie está mirando?)

Uf, esa es la que me copa, me encanta, casi diría que me excita y me llena, pero es justamente lo contrario lo que produce el efecto deseado.

Esa que miraría durante días en un cuarto de hotel con mucho blanco, mi mente en blanco (Mission Imposible Nr. 14). Horas de horas, jornadas completas de Millionaire Matchmaker y cuanto reality surrealista haya en el cable yanqui.

Todas esas películas hechas para televisión que me copan. After schools specials, los-quiero-todos. Drogas, alcohol, embrazo adolsecente, bailarina anoréxica, bailarin mujeriego, mandame todas. Una atrás de otra.

Todas esas hechas por todas esas rubias antes de ser esas rubias (si, hablo de Reese y Kirsten, incluso Molly, entre otras, pero de su vida A.C., que el mundo que no sabe ver tele desconoce). Algún ratito de un talk show -porque mucho no me banco. Nada intelectual cuanto peor, mejor; aunque ahí sí que trazo una línea y los que vienen y van los cornudos son demasiado para mi, los dejo para los paladares negros de la tv.

¿Si te rompen el corazón, no? Y te encerrás en el cuarto de algún Hilton lindito y blanquito, pantalla plana y sintoniz'as los realitys de Mtv o VH1 (desde Made hasta The Hills, The City, pasando por los de citas, y todas las otras versiones de frnkjf Beach). Bueno, si pasa eso, ¿qué onda? ¿Te recuperás en tiempo record? ¿Se te borran los recuerdos como en Eterno Resplandor?

Mi corazón está sin agujeros, enterito. Pero te digo que miro a las Real Housewifes de dónde sea y me hacen el día. Me siento Wonder Woman meets Einstein, meets Steve Jobs. Pure fiction, I know, el efecto dura solo los 20 minutos que dura el programa.

domingo, 16 de mayo de 2010

Next!

Quiero pasar a la siguiente etapa de mi vida. Ésta me salía re bien, creo que llegué a destacarme en algún aspecto. Ahora no, lejísimos de eso, empiezo a flanquear. Primero fue no salir los días de semana, no poder o no poder vivir al día siguiente. Ahora: dos eventos sociales en un fin de semana me parece impensable. Salir un día hasta tarde me parece cuasi apocalíptico. Salir de noche me parece un trámite. El otro día un chico lindo me coqueteó y no supe qué hacer, para dónde correr, no supe qué historia inventar. Después, destapé una lata de cerveza y me corté el dedo, sangre. La dejé. Ya ni me acuerdo cómo se hacía.

No quiero más, me aburrí, i´m so over it, let´s move on.

miércoles, 12 de mayo de 2010

Good news for the people who love bad news

Creo que hay un límite a la cantidad de malas noticias que se pueden recibir en una semana, un mes, un año, una vida. Un límite a la cantidad de agujas que te pueden clavar en diversos lugares antes de volverte un colador. Un límite a la cantidad de pastillas y sus espantosos “efectos secundarios” (que de “secundarios” no tienen nada). Hay un límite a lo que podés *tolerar* en un mes, un año, una vida. Un límite a la cantidad de veces que podés decir: “Deja, no lo entenderías, nunca lo vas a entender. Por favor dejamé sola.” Incluso hay un límite a la cantidad de veces que podés pensar que justo cuando parecía que no las cosas siempre pueden empeorar

Nada, eso, que está TODO mal. Encima resfriada y también hay un límite a la cantidad de visitadores médicos que puedo soportar.

martes, 11 de mayo de 2010

Material de Archivo

Hace algunas noches insomnes que me dedico a la peligrosa tarea de releer escritos viejos, hasta viejísimos (cinco, seis años atrás es lo más viejo que encontré en formato digital -por ahora). Los hallazgos son muchos y clasificables dentro de las siguientes categorías:

· Pésimos. Deberían ser borrados, eliminados for evaaaa, pero me da pena: si total no ocupan lugar

· Interesantes y hasta buenos, pero de ninguna manera publicables. (No, no hay chance; harían más mal que bien. Tal vez, más adelante, cinco años más –mínimo- antes de ver la luz o van con sello editorial.)

· Un cache espantoso que no me explico cómo, justo yo, pude escribir with a straight face. Im-pre-sen-ta-ble.

· El último grupo es el más chico y el que no parece tener ninguno de esos cánceres de la edición, así que, con un poco de suerte, publicaré algunos.

Los archivos incluyen mails -muchos de ellos, propios y ajenos. Ese sí que es un viaje, ¿eh? No sé si lo recomendaría: hay que ser muy cauteloso, sobre todo cuando se revisan los X-Files, sobre todo si te sale tan bien como a mí el temita de inventarte historias y sentimientos y creértelos (aunque sea un ratito).

Obviamente, me surgió la incógnita de: ¿escribía mejor antes? No sé, los lectores dirán (paren las rotativas: ¿tengo lectores?). Escribía un poco diferente y un poco igual; eso es seguro y eso es así desde la primera vez que intenté esbozar una letra E, negándome a ponerle solamente tres (3) palitos horizontales (le puse mil, no era una E, ¡era un peine!). En algunas cosas mejoré, aunque todavía hay un largo camino por recorrer, pero hoy puedo decir con orgullo que hago bien la E (me limito a los 3 palitos estándar, mal que me pese), pongo el 99% de las tildes e intuyo la mayoría de las comas, los puntos, los guiones y, en un buen día, te tiro hasta un punto y coma.

domingo, 9 de mayo de 2010

Mi papá - Apostillas

Tengo 4, es mi persona preferida en el mundo entero. Lo llamo a su Movicom, que es del tamaño de una valija, para pedirle que me traiga una sorpresa cuando vuelva del trabajo. Me trae stickers o una Rodhesia.

Tengo 5-6 todos los días leemos Elige Tu Propia aventura o alguna otra cosa antes de dormir. Vamos como pasando de nivel y superamos ampliamente dicha colección. También leíamos Ami y esas cursiladas metafísicas que elegía él, lo mío era más de suspenso. Me manda a un curso de meditación (que me fascina), me paga por hacer diferentes “trabajos” e insiste con que haga clases de yoga.


Un día antes de dormir me cuenta un cuento inventado que me trauma para siempre: es de una familia que tuvo todo y lo perdió. Me ve tan mal que improvisa un final en el que rehacen su vida, pero nunca nada es igual. Ya no me malcría.


Tengo 7, me enfermo y paso como 6 meses internada en mi cuarto. Mi mamá viene, me visita, me charla, se ocupa, me juega, habla con los médicos; él sólo está ahí nunca habla, nunca viene a mi cuarto, nunca hace ni un gesto. En cambio, compra una casa nueva y enorme, compra teles gigantes que a nadie más le interesan, programa viajes.


Tengo 8, uno de mis recuerdos preferidos: es la mañana de año nuevo y somos los únicos despiertos. Casi los únicos en el mundo. Vamos a desayunar en bici al único lugar abierto, al primero que encontremos. Libertador está vacía, igual manejo con cuidado en el bordecito. Me acuerdo como si fuera una foto: la rueda de mi bici, el caño violeta, abajo la calle y las hojas caídas haciendo ruidito.


Tengo 9, se separan por primera vez, nos explican, no lloró ni en ese momento ni en ningún otro. Les digo que me lo imaginaba (es mentira, sólo tenía sentido probabilísticamente). Me acuerdo cuando se fue esa misma noche, me acuerdo el bolso que tenía y la imagen de él saliendo por la puerta de entrada, por primera vez noté que era petiso.



Me acuerdo la primera vez que lo fui a visitar, todavía en un apart hotel, no había shampoo. Odiaba ir a su casa con toda.


Tengo 10 y es mi cumpleaños, quiero una casa del árbol. Me regala una cuenta bancaría con U$S100.- y me explica que en un año serán U$S110.- ¿y a mí qué?


Tengo 11, terminamos de comer en lo de mi abuela, estamos él, mi hermana y yo en la cama de mi abuela charlando, nos dice con una sonrisa enorme que esta noche vuelve a casa. Me pongo muy feliz, sin entender bien por qué. Soy feliz un fin de semana. Se van de viaje, vuelven, se separan y en esta explicación si lloro, me enojo y me voy por primera vez al que será mi escondite de llorar con toda.


Tengo 14, me dice que aunque no quisiera va a tener otra hija. Lloro, me tiño el pelo y me convenzo de que estos hechos no están relacionados -lo estaban.


Tengo 15, es mi cumpleaños (otra vez) quiero una filmadora (época de cineasta) me regala un reloj caro (deja vú), no lo acepto. Lloro, no tiene idea. Dejo de hablarle. Llama todos los días, nunca atiendo o le corto, escribe cartas, me insulta por carta, manda cassettes, sigue llamando. Deja de insistir.

Tengo 19 vamos juntos a China y Japón (él pidió el primero, yo, el segundo). Casi no hablamos, paseamos separados, no sacamos fotos, no nos caemos bien. En el metro, cada uno con su helado, somos tan iguales. Nos escapamos de la única excursión a la que fuimos en la vida, por primera vez en 15 años volvemos a ser cómplices.

20, 21, 22, 23: Peleas, gritos, cosas horribles, psicólogo. Repeat.

Tengo 24, vivimos en distintos continentes. No llama todos los días o llama y no lo atiendo, o llama 8 veces en un día con explicaciones de “Por si me muero…” (no, no está enfermo ni nada). Nos encontramos casi siempre en aeropuertos como en esa novela de Kathryn Harrison, pero sin el incesto. Ya no voy al psicólogo y muy cada tanto me hace llorar un rato. El otro día, en el supermercado, me dijo por primera vez: “estás linda". Afuera amanece (literally).