lunes, 31 de agosto de 2009

The Game


Era un viernes de febrero. Yo tenía puesto un vestido azul con tachas y espalda descubierta y zapatos Pucci. Ceci tenía un vestidito blanco y negro y botas. Charlábamos animadamente en nuestra burbuja adentro de un boliche-fiesta. De repente, se nos acerca un personaje extraño con un teléfono celular prehistórico en la mano:
-¿Me pueden ayudar a prenderlo? ¿Saben cómo se prende esto? ….

Y su historia seguía pero no escuche más, seguíamos en la nuestra. El insistía. Lo miré bien: llevaba zapatos negros, medio en punta, y pantalón negro con raya mafia -todo nuevo pero berreta, con ese brillo típico del poliéster; arriba, una remera negra devenida en musculosa y con un agujero que hacía de ventana para su tatuaje, una letra china; las uñas pintadas de negro, igual que los ojos, y un sombrero.
Até cabos.

-Vos sos del libro; todo esto lo sacaste del libro
-¿El libro? ¿Qué libro?
-Dale, yo lo leí, ya fue..
-¿Qué libro? ¡¡Yo no soy de ningún libro!!
-El de los manuales de seducción, The Game. Vos sos de las esculas esas de seducción
-No, no. ¿Qué escuelas?
-Sí. Es más, vos sos un wannabe Mistery. Dale, en serio, leí el libro.
-¿En serio lo leíste? ¿Cuándo? ¿Cómo? ¿De dónde lo sacaste?
¡Ufff! ¡¡¡Años esperé este momento!!!
-Sí, lo leí apenas salió. Muy divertido, además me tentó la tapa, que fuera como una Biblia.
-¡Wow! ¡¿¡Noooo, no lo puedo creer que lo leíste!?! ¡¡Qué grosa!! ¡Chicos, vengan! ¡¡Ella leyó el libro!!
Ya estaba claro que yo era totalmente inmune a sus chamuyos y estrategias de manual.
De repente, un grupo de inadaptados sociales lookeados formaron un circulo alredor mío y de Ceci, que entendía menos que todos ellos juntos. Uno tenía un pantalón gris a cuadros, una chomba blanca, una boina a tono y un collar con una bola de espejos. Había altos y petizos, y en los ojos de algunos, odio hacía mi raza. Todos, muy emocionados; no podían creer; yo tampoco. Me llenaban de preguntas, querían fotos. Claramente, era la primera vez. Yo no podía creer tampoco. Me negué rotundamente a las fotos -no soy el Diego- pero contesté algunas preguntas. De repente, era una celebrity.
-Lo compró mi papá y, bueno, me tentó y lo leí
-Mmmm. ¿Y tu papá, qué onda?
-No, no, mi papá ninguna onda.
-Pero si lo compró… Mmm
-No, no, mi papá ninguna onda.
-Mmmm…
Loser inadaptado misógino.
El juego de paparazzis y celebrity se extendió más de lo que me hubiera gustado.
Salí afuera un segundo con el primero, el líder del grupo. Seguía hablándome raro con ese acento fingido, entre español y neutro. Le pedí que me hablara castellano. Se hizo el boludo al principio, pero después accedió. Charlamos un poco -creo que sinceramente. Resultó ser el profesor, dando una clase. Y yo se la había arruinado. Me pidió por favor, casi de rodillas, que no dijiera nada.
-¡Claro! Es cierto, ¡yo te escuché en la radio!
Hizo señas para me callara y lo hice. Me contó que esto sólo le había una pasado una vez antes, en New York, con una que término siendo su novia por dos años. Me pregunté si eso era parte del chamuyo y cómo sería ser la novia de un maestro de seducción -pros y contras.
Al final, le pregunté si funcionaba realmente .
- Seeeh, obvio, 100%, todas las veces.
Típico de vendedor, sólo le creí un 40%. Al rato, se me acercó otro, el más normal del grupo, vestido de civil y todo. Se acercó como se acerca alguien a decir una verdad: despacio, sumiso, sincero.
-Yo, en realidad, sólo vine a acompañar a mi hermano. Yo no creo mucho en todo esto.
-¿Vos pensás que funciona? ¿Qué resultados ves?
- Sí, funcionar, a ellos les funciona, pero con minas, medio, viste…
- ¿Con gatos?
-Ja, bueno, sí, eso.
- ¿Y ellos qué onda? Me dan medio misógino.
-Y sí, un poco, viste, muchos están un poco golpeados.
En frente nuestro, un grupo practicaba una de las rutinas con un grupo de chicas, jugando a sacarse fotos. Así los vi el resto de la noche y, cada tanto, un “Alexiaaa” de acá o de allá, a los que nunca respondí porque me llamo Camila.

domingo, 9 de agosto de 2009

Lonely London - Lonely Planet

Decido que es hora de dejar el bar de los viejos borrachos de 2 cuadras para volver al lindo italiano. Decido que siendo jueves en el de los viejos borrachos hay música en vivo y en el otro un potencial de lo mismo, decido que hoy pongo mis fichas en Great Easten Street y sigo de largo cuando paso por el de los viejos borrachos, pienso que ojalá el mozo me vea y piense que tengo una vida.

Cuando me acerco a la cuadra del italiano, ya me la veo venir…. Luces bajas y lo peor, mucha mucha gente. ….Y mesas grandes… Es un lugar muy lindo, rico, con sillas de Philipp Stark y me atendieron impecable. Pero, lo mejor que tenía era otra cosa, lo mejor que tenía era que no había NADIE, una mesa más, de una cita que llego tarde, y yo. Este detalle lo pase por alto cuando le hable de mi hallazgo restorantil al resto de la gente, no lo entenderían, no entenderían que vacío en estos días es para mí, sinónimo de espléndido.

Tengo frío cuando cruzo la calle, miro alrededor, miro el reloj y me autoconfirmo que ya no hay tiempo para un plan b, es tarde, en Londres es tarde todo el tiempo. Me tranquilizo tanteándo mi cartera, porque sé que adentro esta el menú del delivery de pizzas muy baratito que me va a salvar mañana o tal vez pasado. Pienso que si aprendo a bajar películas ya está, me puedo quedar acá para siempre comiendo pizzas de L$1,50.- y mirando pelis.

Terror cuando llego a la puerta del lugar ¿y si está lleno? ¿qué hago? Me muero. Claramente. Entro sin mirar a nadie más que la maitre di y ni que tanto. Me las arreglo para subir la pera y mirar por encima de las cabezas de todos y parecer sofisticada, en vez de sola.

Me siento. El mozo conocido me dice que sola se disfruta más, yo le digo que lo dudo que ojalá tuviera a mis amigas conmigo. Saco revista Y libro, esta vez vine preparada. Igual hay bastante ruido. Confirmo mis sospechas, dos de los grupos grandes no son cumpleaños, son algo mucho peor: Affteroffice. No son el típico after office porque esto no es un bar, y no están tomando cerveza, si no vino. Pero las constantes de este tipo de gatherings se mantienen, todos gritan mucho, los chicos tienen una competencia silenciosa por ver quién se acuesta con la más linda o quién agenda más teléfonos; las chicas están en una carrera más lenta, de resistencia, a ver quién se casa primero.

Los after office son muy loud, piden perdón, todos les dicen “no problema” pero yo no los perdono. Lo bueno es que obligan al resto de las mesas a hablar igual de fuerte y esto me permite escuchar conversaciones -que es uno de mis pasatiempos en restaurants.
En una mesa bastante lejos de la mía, como a 3 mesas o 4 hay una cita, parece una primera cita o de las primeras porque el cuenta a ella de su trabajo con muchos detalles y explicaciones. De repente, pasa lo impensable, el va al baño y ella…coquetea con el mozo, uno medio viejo y petizo, que parece el dueño, pero es un mozo. El vuelve y siguen como si nada y de postre piden 2 canolis rellenos que veo pasar y no me tientan.

La moza que me trae la comida me desea “Bonne apetite” en un francés tan malo que parece castellano, y me pregunto por qué si ninguna de las dos somos francesas y el restaurant es italiano.

Mi risotto está muy rico, pero no dejo de leer la revista, la uso como si fuera mi “invisible suit” para no mirar a las dos divorciadas rubias y culonas que se levantan y me miran como sin entender y como con pena y yo me pregunto por qué no se miran ellas!?!

Todavía mastico el ultimo bocado, cuando llamo al mozo (mi mozo amigo) y le pido la cuenta. Me la trae junto con una bolsita con 2 biscotis pienso que irían bien con un té pero decido que mejor los dejo.

Mientras firmo la tarjeta le pregunto al mozo amigo si es peligroso volver caminando a casa sola a esta hora, me dice que no sabe porque solo lleva una semana acá, le digo que yo igual, me dice que va a ir a preguntar pero cree que por la dirección que voy, voy a estar bien, me muestra cual es la suya y la define como más “scary.” Pregunta, vuelve y me asegura que voy a estar bien, pienso que me gustaría tener una garantía de eso, firmada por todos los que trabajan ahí. Debo estar muy vieja porque me da miedo caminar sola de noche. Cuando junto mis cosas noto algo: la bolista de bicottis no tenía una etiqueta, está pegada con uno de esos post its de marcar hojas, me pregunto quién la armo y me doy cuenta que dejarla sería espantoso, así que la guardo en mi cartera como si nunca hubiera dudado.

Cuando salgo el mozo amigo me abre la puerta y me dice que espera que llegue bien a casa porque me quiere volver a ver, me pregunto si me está coqueteando. ¿Le gustaré y el armo la bolsita de biscotis? I wonder, i wonder si aún así puedo volver a este lugar. Tal vez el lunes, seguro está vacio. Camino a casa con frío y si no fuera por el nuevo cd de Lilly Allen sonando en mi ipod pensaría que tengo ochenta.

Camino a casa paro en el super que dice “best food mark in the city” ahí hay un par de singles más, como yo, una leche, un yogur, y así, una chica lleva una cajita de comida en la mano y dos cervezas, estoy segura de que compro una de más solo para tratar the fool as all y hacernos creer que no está sola, pero i know better. Cargo mis seis kilos de agua y sigo caminando a casa, cuando estoy llegando pasa lo peor: me encuentro con casi todo mi piso con cervezas en ambas manos, van al boliche y me preguntan si al final voy a ir más tarde. No entiendo de qué hablan, hasta que me acuerdo que hoy más temprano me invitaron y dije que podía ser, si terminaba con todo. Pero supe desde el primer momento que salir con el clan desesperación era lo más triste que me podía pasar hoy, estaba equivocada? ¿Está mal que prefiera estar “en mi bola” que salir de fiesta con un bunch of desconocidos solitarios, desesperados por hacer migas en su nuevo país de residencia?