No sé por qué pero el Día del Niño siempre me resultó bastante deprimente. Creo que había algo con la palabra “niño”, no sé algo me daba triste en todo esto. Probablemente el hecho de que fuera una festividad de segunda, no como Navidad o un cumpleaños, tuviera bastante que ver. Además, y sospecho por lo que mencioné anteriormente, los regalos eran medio de segunda también, cosa que no sucedía con los días de ambos padres (hace años hubiera exigido una explicación, pero hoy esto me parece muy razonable).
Por otro lado, siempre exigía permisos especiales por ser “El Día del Niño” y nunca tenía éxito y de eso si exigiría una explicación aún hoy.
Hubo varios años, durante una etapa que recuerdo como especialmente triste e introspectiva, en los que papá nos llevaba a un hogar a repartir regalos (algunos de nuestros juguetes que ya no usábamos y algunos nuevos). Ahora, otra cosa que no entiendo es por qué no nos bajábamos del auto. Cualquiera. Seguro que si le pregunto a papá me va a decir algo como que nos daba fiaca o alguna de esas barrabasadas que a él le gusta pensar de nosotras, pero NO “liar liar, pants on FIRE!” Yo moría por entrar, verles las caras a esos chicos que escuchaba reír, gritar, jugar en el patio. Explicarles cómo se usaba cada juguete, hacer migas, ver si el interior del hogar se parecía algo al descripto en Papaíto y tantos otros libros. Estuve un buen rato pensando en esto hoy a la mañana y llegué la aburrida y obvia conclusión de que era él quería terminar con el trámite de: “El Ejemplo Solidario” lo más rápido posible para poder dormir la siesta, jugar al golf o algo así. Es que Betito es así, siempre tan preocupado por el deber ser y porque todo suceda en FastForwad (algo en común teníamos que tener).