Recorro las bibiliotecas compradas por catálogo del
escritorio del escritorio de mi papá buscando un libro de Eva Illouz que le
presté en diciembre. Pienso esa obviedad que seguro pensaron ustedes también
varias veces -y espero me disculpen. Recorrer sigilosamente como un buen
detective y sin el sujeto presente, su casa, sus lugares, mirar sus cosas, sus
libros, su desorden ordenado, su cuarto, sus discos (o playlists) , sus libros,
sus archivos, sus fotos, sus anotaciones, sus cuadernos... El sueño de Melero,
en el que para mí siempre será su hit porque todo bien con que dejes que
llueva, es más, me encanta, pedí que llueva, dale, porfi.
Entrar en el mundo de alguien y recorrerlo sin pasaporte,
visa, ni permiso es la mejor manera de conocer a alguien. O, por lo menos, con
eso te asegurás sus dos o tres temas fetiche, como diría Rosalba. Esos con los
que te o se taladra y a los que vuelve como un niño.
Como yo, que volví al blog, sin gloria y con pena. Una noche
de lluvia, en tiempo real.
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