martes, 9 de octubre de 2012

La guerra de los mundos


Te compraste un diamante que no brilla,
Un ruiseñor que no canta,
Un caballo que no cabalga,
Azúcar que no sala
Y sal que no endulza.

Tenés 17 pero pagás las cuentas.
Vivís solo pero no hacés lo que querés.
En el libertómetro te da mucho peor que a él
Y mejor que a un preso.

Vas a trabajar temprano todos los días
Y un deber ser gigante y monstruoso te persigue.
Ojalá que no te atrape la ola japonesa enorme.
Ojalá tus papás te hubieran dicho cómo se hacía,
Cómo se hacía para ser libre.

domingo, 2 de septiembre de 2012

La verdadera historia de una princesa de disney



La china del súper ídem me acaba de contar su historia. Se casó a los 21. Ahora tiene 23 que no se le notan. Un hijito bebé. Un marido risueño que estaba al lado y habla poquito castellano porque sólo vino 2 años. Ella está en Buenos Aires hace 8. Se arrepiente de haberse casado muy joven. Señaló a su marido y dijo “casamo’ muy joven” no entendí si ellos en particular o si se refería a algo más genérico como su país o incluso su raza. Sonreí y le dije que me parecía muy bien que si yo hubiera encontrado a alguien a esa edad hubiera hecho lo mismo – no sé si es cierto ni siquiera tengo claro si lo dije con palabras, pero suponete que sí.

Ella habló de pensar “no pensá, después pensá má” (sí, se traga las eses pero se las traga diferente, se las traga bien, con elegancia, como todo, como su cara redonda y rozagante que no es de gorda, ni de gorda simpática, es de simpática a secas.) Tenía un sweater de lana muy peludo con un corazón enorme de lentejuelas de esas grandotas redondas, todo negro, que podría estar en alguna editorial de moda ahora que volvieron los 90s, con un jean medio roto y muy apretado abajo y tacos o flats y una camisa con puntitos o algo así.

Siguió hablando con el marido al lado de que quiere salir sola o estar sola y no puede, no tiene tiempo con el bebé y todo. Y le pregunté si su marido no se lo cuida a veces para que ella pueda salir sola, hacer sus cosas (esto no lo dijimos ni ella ni yo pero estaba implícito) porque las mujeres no hacemos deportes, no jugamos al fútbol, no nos juntamos a tomar cervezas, las mujeres “hacemos nuestras cosas”. Me dijo que sí, y asintió muchas veces con la cabeza, gesto que interpreté como un “sí, re”. Pero agregó “bebé no se queda, no quiere.” Siempre rozagante y sonriente y redonda y con la piel de porcelana y el pelo lacio y brillante, ni idea si limpio, no me fijo en eso lo suficiente.

Les pregunté a los dos donde había una florería por el barrio, porque este barrio no es mi barrio, es sólo un barrio por el que justo pasaba. Me dieron indicaciones contrarias y difusas. Ella recomendó una sola bastante lejos (12 cuadras aprox.) y él dijo que había muchas cerca de 3 o 4 cuadras y señaló para todos lados rápido y con las 2 manos que en ese momento fueron 6 rayos que salían en todas las direcciones, pero siempre sobre la avenida (más cercana). Ella me dijo que “es que él siempre regala flores, día de casamiento” le dije “ah, para los aniversarios! Claro!” los dos sonrieron mucho y se rieron y saludaron con las manos.

Él se fue a sentar a la sillita de cuero marrón gastado que tienen afuera. Ella se quedó, ya sin sonrisa atendiendo a una señora de rulos feos con el pelo mal teñido, mal cuidado, mal peinado. Yo me detuve un segundo fascinada –como siempre- por los ínfimos frasquitos de azafrán colorados y amarillos que descansan en las cajas de estos establecimientos hasta convertir un bowl u olla de arroz en un montón de Simpsons.

martes, 29 de mayo de 2012

Animales salvajes



“Like when someone dies, don’t dwell on it.”
Joan Didion, Blue Nights.


Mis hermanitas están tristes porque se les rompió el perro. Hice un esfuerzo por saber cuándo fue la última vez que estuve triste por algo relacionado con el mundo animal y creo que fue en el ’94 cuando la única chinchilla que me quedaba se murió ahogada en la pileta. Igual, siendo sincera pasó sin pena ni gloria, ya había perdido muchas mascotas.

Lloré cuando se murió mi primer pececita: María Santa Rosa, me la habían regalado como “souvenir” de un cumpleaños y volví a casa triunfante con la bolsita con el pez naranja. Mi madre, siempre austera y discreta, se negó a comprarle una pecera decorada y María Santa Rosa pasó sus días en un frasco enorme, transparente y alto, que antes contuvo cereales o galletitas. Estaba en lo de mis abuelos cuando se murió mi flamante mascota, no era mi primer mascota pero sí fue la primera en morirse (de todo el resto me separé de común acuerdo). Madre llamó y lloré sin tener idea por qué. Años más tarde me confesó que el funeral consistió de una ceremonia simple en la que ella arrodillada despidió a María Santa Rosa en el inodoro, como una bulímica despide los restos pringosos de un atracón. 

Tres años después tenía siente y mi pony empezó a romperse. Yo le había querido poner Kitty, como Ana Frank a su diario, pero en el campo me ganaron de mano y le pusieron Pequeña, nombre que siempre odié para un animal al que siempre amé. Aún enferma y loca yo era la única que podía montar a Pequeña Kitty sin que me tirase.  Su deterioro fue lento y en el medio me rompí yo. Ella se murió, yo no. Desde que me rompí jamás volvimos a ir al campo en que alguna vez fuimos felices, más felices que en el suburbio en el que vivíamos, haciendo lo posible por pasar más tiempo ahí que en nuestra casa de Ricardo Gutierrez (en Martínez). En algún momento de ese período, entre la Muerte de Pequeña Kitty y mi veloz deterioro, mi mamá descolgó los cuadritos con fotos que teníamos en el pasillo. Asumo que fue en forma de protesta, discreta y austera, porque su hija rubia de ojos azules inmensos y amor por los animales apenas circulaba por la casa, siempre en camisón y nunca volvería a ser igual. Asumo que mi madre tuvo lágrimas en los ojos mientras en furioso silencio descolgaba los cuadritos que guardó en una caja  para siempre. Porque hay recuerdos que son sólo eso, cosas que uno no quiere recordar, que no quiere ver nunca más, todo lo que ya no es y no va a volver a ser. Mis fotos con Pequeña, chiquita, sorprendida, enamorada y sonriente, haciéndole mimos como no le hice a nadie más por los siguientes 20 años. Esos recuerdos que son sólo pruebas de que nunca vas a poder volver a ahí, a ese lugar del que no disfrutaste por completo en el momento en el sucedía. Algo así deben haber sido esos cuadritos para mi madre. Deben serlo incluso hoy porque mudó esa caja muchas veces sin abrirla. Me consta. Tal vez es un intento de dejar ese pretérito perfecto así, como estaba, como fue perfecto y pasado.


***

Miles de años después mientras mi papá recorría una de las casas posteriores de mi madre, la que ella sola construyó y en la que nunca durmió. Ambos ya divorciados, ya con nuevas parejas hacían el tour, ese que algún protocolo inventado por un curioso indica que te paseen por una casa como si fuera un museo con la diferencia de que ahí está todo vivo, it’s all happening. Cuenta la leyenda que mi papá se detuvo un buen rato frente a mi cuarto y el de mi hermana, dio un giro de 180 grados y le dijo a mi mamá: “no sabés cómo te envidio, yo todos los días tengo que pasar por los cuartos de las chicas vacíos y vos las tenés siempre.” Cuando mi papá vino a conocer la actual casa de mi madre – un departamento grande pero no tanto, elegante pero modesto, lleno de luz y ventanas y pasillos eternos pero jamás lúgubres -  quedó fascinado,  la felicitó a mi madre enfáticamente “vos siempre fuiste mucho mejor que yo para comprar propiedades.” Un par de días después apareció con algunos muebles que había comprado en un remate esa tarde que conoció Figueroa Alcorta, especialmente pensando en mi madre, pobre, es corto de vista y le pegó a la mitad, pero vino a traer algunos como si fueran ofrendas al Mago de Oz  o un recién nacido.

Mi hermana y yo nunca estábamos en estos casos pero estas fueron las explicaciones que recibimos y los escenarios que tácitamente armamos para completar los baches en esas historias contadas con mucha discreción y algo de vergüenza. La narrativa elegida.

 Porque mi papá siguió enamorado de mi madre años después, porque aunque él la dejó nunca pudo procesar el final de todo eso como la gente procesa sus separaciones. Porque como le confesó a mi madre una vez: ese pasado en Ricardo Gutierrez, los cuatro juntos, nosotras tres rubias y sonrientes, las flores en las ventanas y las vacaciones locas todos juntos quedó, para él, encerrado en el castillo de Magic Kingdom, lugar al que –como todas las familias de los noventas, casi por obligación legal- fuimos y pretendimos disfrutar. Aunque nunca tanto como los fines de semana en el campo, volviendo a Buenos Aires apurados para comer pizza en nuestro lugar favorito, cocinar fondue en casa o inventar algún programa/empresa rarísimo que sólo nosotros podríamos haber ideado, con la mente de mi padre y el pragmatismo de mi madre.

***

Mañana me operan a mí y al perro de mis hermanitas. Mi papá, naturalmente, va a estar en la sala de espera de la clínica veterinaria. Porque yo ya soy grande, porque puedo sola, porque las cosas cambiaron y porque mi papá nunca pudo lidiar con que su hija, primogénita y perfecta, se rompa para siempre.

martes, 15 de mayo de 2012

Traducción freestyle de *Two of Us*



Vos y yo yendo a ningún lado,
Gastando el sueldo bien ganado de otro.
Vos y yo manejando un domingo al mediodía
Llegando tarde
Para después volver a casa
Porque al final siempre es volver a casa.

Las dos mandando postales desde ese hotel de París que lo hacía 
                                                                                                tan fácil.
Escribimos y nos escribimos cartas.
Escribís en tu pared y yo en el espejo del baño,
Mensajes que nadie más entiende.

Prendiendo fósforos, para pedir deseos, sentir el placer, sentir el olor.

Vos y yo tenemos recuerdos
Muchos mucho más que la ruta que se estira frente a nuestros ojos.

Las dos con tapados
Paradas solas en la vereda del sol
Vos y yo persiguiendo papeles -que tengan respuestas.
Vos y yo sin llegar a ningún lado,
Pero yendo a casa
Volviendo a casa
Porque al final, vamos a casa.
Vamos a casa y será mejor que estés muy segura de eso.